El Ministerio de Empleo y el laboratorio de ideas Fedea trabajan desde hace tiempo en este embrión para clasificar parados. Según explican diversas fuentes del sector, la idea consiste en que haya un diagnóstico básico y uno detallado. El primero ya está ultimado, y con él se medirá la probabilidad de recolocar a un parado según parámetros como la edad, género, tiempo en el desempleo, nivel educativo, experiencia, discapacidades, territorio en que reside, rama de actividad, tipo de jornada, prestación que recibe o, incluso, factores personales. Una treintena de variables que, de hecho, ya almacenan en sus archivos los servicios públicos de empleo.
En principio, cuando un desempleado acuda a la oficina del paro se le asignará una probabilidad de recolocarse a corto, medio y largo plazo. Es decir: tres, seis o 12 meses. En función de esas probabilidades de reincorporarse más o menos pronto al mercado laboral, al desocupado se le brindará un valor de cero a cien y entrará en uno de los cuatro grupos creados: desde el colectivo A que presentaría más opciones al D que tendría menos. Este diagnóstico se realizará a partir de un registro que incluye información anónima sobre todo lo sucedido con los distintos perfiles de parados en los últimos años. Dicha base de datos se actualizaría constantemente.
A continuación, se estudiará qué puede hacerse con el parado para mejorar sus posibilidades de encontrar trabajo con las herramientas y políticas de las que disponen los servicios de empleo. Como resultado, el desempleado tendrá un itinerario personalizado y podrá transitar por hasta cuatro vías distintas pero complementarias. Una puede radicar en que el parado necesite orientación. Bajo ese supuesto, por ejemplo se le podrá recomendar un cambio de sector al ser muy difícil reinsertarlo en el suyo.
La segunda senda consistirá en la formación, es decir, cursos en función de las lagunas formativas detectadas. La tercera será la ayuda con la colocación. En este caso, aunque haya empleo en el sector demandado quizás el parado precise alguna ayuda. Una alternativa sería ponerle en contacto con las agencias de colocación que más se adecuen a su perfil. Por último, el parado simplemente puede acusar la falta de experiencia. Y ahí se intentaría dotarlo de ella, en ocasiones con prácticas o incluso brindando incentivos a la contratación.
“Con esta información que ya tiene Empleo, sabemos el 75% de lo que le ocurre al parado”, precisa Florentino Felgueroso, uno de los miembros de Fedea que ha trabajado en esta iniciativa. Aun así, se está preparando una segunda fase de la herramienta. En ella se ahondaría todavía más en el diagnóstico mediante un cuestionario específico que se desarrollaría con la ayuda de orientadores. De esta forma, se podrá recoger la motivación, las habilidades sociales o las competencias digitales. En este análisis incluso se tendrá en cuenta el mes en el que se entra en el paro a la hora de calcular las probabilidades de salida.
Una vez implantada, la aspiración del ministerio es que se puedan evaluar las medidas adoptadas, comprobar qué ha ocurrido en la aplicación de una política concreta o medir cuánto eleva la empleabilidad una iniciativa y por cuánto tiempo. “Se trata de un instrumento muy avanzado para que los gestores puedan diseñar mejor las políticas y concentren los recursos allá donde sean más eficientes”, indica Felgueroso.
FUENTE: EL PAIS